La verdadera navidad
Fuente: El Informador
Fecha original de publicación: 28 diciembre 2019
Foto: Cathopic @angiemenes
La visión cristiana del ser humano
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ara los cristianos acercarse al misterio del ser humano implica necesariamente acercarse al misterio de Dios y viceversa. La antropología teológica cristiana se desarrolló sobre todo como una antropología práctica que surgió de las experiencias vividas en un aprendizaje espiritual (mistagogía) iluminadas por la revelación. Por ejemplo, los creyentes constataron primero en sí mismos la lucha permanente entre lo que percibían como bien y mal dentro de sus propias vidas. A partir de años de introspección, reflexión, aciertos y errores, fueron trazando un mapa de la estructura de la condición humana, sus componentes, sus potencialidades y límites y la mejor manera de vérselas con todos estos elementos.
En un diálogo permanente con la revelación, fundamentalmente desde las Sagradas Escrituras interpretadas a partir de la Fe Viva de la Iglesia, fueron estableciendo elementos que les permitieran entender qué es el ser humano. En no pocas ocasiones, conceptos teológicos, como el de persona, utilizado para nombrar a las tres entidades integrantes de la Trinidad, crecieron paralelamente al uso que se hizo de ellos en la antropología práctica cristiana. El desarrollo del conocimiento de ambas esferas, la divina y la humana en la fe cristiana, ha quedado indisolublemente ligada.
Los cristianos, ya desde los inicios de la fe, manifiestan una incipiente noción trinitaria de que en lo más profundo de la identidad divina no existía una soledad volcada sobre sí misma, sino más bien una comunidad de amor. En consecuencia, el Dios de los cristianos es una comunidad basada en donación radical y apertura a la donación del otro. Así se ha manifestado este Dios en la relación con su Creación. Incorporarse a ese círculo del amor divino implica vivir desde esa lógica del dar y recibir, de convertirse en don y existir gracias al don de los demás.
La imagen divina, como don, implica que tenemos las características necesarias para interactuar en cada momento como las Personas de la Trinidad. La semejanza divina sería el poner en juego esas características en el acto de vivir como una comunidad de amor. En ese intercambio y entrega entendemos finalmente nuestra propia identidad y vocación.
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