Obras son amores y no buenas razones
Fuente: El informador
Edición: 1 de octubre 2023
Foto: @rick734, Canva
Mt 21, 28-32 Las actitudes de dos hijos
El evangelio de hoy nos ubica en los últimos días de la vida del Señor Jesús. Llevado por el Espíritu ha llegado a Jerusalén, centro de la práctica religiosa judía de la época, para presentar con claridad en qué consiste el verdadero proyecto de salvación/sanación de Dios: la instauración de su Reino centrado en el amor que se comparte. Presentar este verdadero querer de Dios implica desenmascarar lo que Dios no quiere ni valida, aunque se disfrace de sagrado. Las controversias vienen de atrás. Ya durante su ministerio en Galilea, Jesús toma distancia de toda una religiosidad que centra la perfección de Dios (y de sus fieles) en el concepto de “pureza”. En contraste, la Buena Noticia está centrada en la constatación de que la perfección de Dios radica más bien en su misericordia. En realidad, la compasión, la misericordia y la solidaridad son los verdaderos criterios para distinguir quién tiene un corazón puro (sensible) de quien tiene un corazón pervertido (de piedra).
La verdadera religión (siguiendo la Torá y los profetas) necesariamente está centrada en las personas y las relaciones interpersonales. Sólo los seres humanos son reconocidos por la Biblia como imagen de Dios. Pero a lo largo de la historia había aparecido la tentación de construir una seudo religión centrada en cosas, aunque se las llamara “cosas sagradas”. Una religión de rituales “cosméticos” que hacían creer a quienes los seguían que habían alcanzado el ideal humano, que eran perfectos, que podían ver por encima a los demás y juzgarlos. Jesús llamaba a quienes entendían así su relación con Dios “sepulcros blanqueados”, seguidores de ritualismos externos que pretendían disfrazar un interior lleno de muerte e inmundicia.
En el evangelio de hoy Jesús habla de dos hijos. El padre les pide a ambos que vayan a trabajar a la viña. El primero dice que sí (queda bien superficialmente) pero no va (finalmente aparece lo que hay en su corazón). El otro primero dice que no (no se nos dice la razón), pero finalmente aflora su conciencia sana ya que se arrepiente y hace lo que le pidió su padre. Es claro que el primero representa a los seguidores de las ideologías perversas que matan el corazón humano, aunque pretendan ser religiosas. El segundo hijo representa a quienes esa ideología ha puesto al margen (prostitutas, publicanos, “pecadores”) y que ahora han visto su dignidad y sensibilidad restablecidas a través del amor gratuito encarnado en el señor Jesús.
La conclusión es que es muy peligroso para nuestra salvación caer en la trampa del fariseísmo, ya que su carácter mentiroso puede ocultar el verdadero estado de nuestro corazón e impedir que a través de un auténtico camino de conversión alcancemos la perfección que sólo viene de la misericordia.
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