Salió el sembrador a sembrar

alexander zatyrka posts

Salió el sembrador a sembrar

Fuente: El Informador

Fecha original de publicación:   11 julio 2020

Foto: Canva @lprising de Getty Images

Sembrar, comunicar, amar

E

ste domingo la liturgia nos presenta la parábola del sembrador. Parábola es un relato imaginario que describe, con escenas cotidianas, verdades profundas. Apunta a actitudes personales, maneras de ser y estar en el mundo. Esta parábola presenta diversas actitudes ante el Reino. La palabra griega basileia, normalmente traducida como “reino”, prefiero traducirla por “soberanía”. El Señor invita a acercarnos a la “soberanía” de Dios, a dejarle ser centro y horizonte de nuestra vida.

Vivir bajo la autoridad de Dios es una buena noticia (Evangelion en griego) porque él es Padre, el Abba (papá) que Jesucristo revela. El Padre no es un capataz o un soberano a la manera de los poderosos de este mundo, que buscan imponer su voluntad y sojuzgar a los demás. El Padre de Jesús es eso, un papá. Ama a sus hijos de manera incondicional, indiscriminada, infinita, como él es infinito. Puede ser que no ame todas las acciones de sus hijos, pero el amor a sus hijos es permanente. Es el Padre que siempre espera al Hijo pródigo, que respeta la voluntad de sus hijos, les ofrece permanentemente su amor, se alegra y celebra cuando ellos finalmente aprenden a vivir en la alegría de ser familia.

La parábola del sembrador nos subraya que Jesús ha venido a sembrar, a comunicar, esa buena noticia. Dios nos invita a que vivamos bajo su “yugo”, el amor, que es carga ligera. Eso significa, en primer lugar, aprender a amar por la manera como él nos amó primero. De él aprendemos a ser buena noticia para los demás y descubrimos cómo podemos ser vida para quienes nos rodean.

La parábola del sembrador nos pone en guardia de todo lo que nos distrae del proyecto de comunión al que el Padre nos invita: no entender que Dios es Padre y que siempre nos ama, dejarnos agobiar por las preocupaciones (no confiar en Dios), la seducción de las riquezas (con las que pretendemos sustituir a Dios). Si somos tierra buena, si acogemos la buena noticia de un Dios que nos salva amándonos, daremos fruto, de ciento, sesenta, treinta. Que así sea.

Leer este artículo en El Informador

Compartir