Qué significa el pecado en la Espiritualidad Ignaciana
La palabra griega hamartía, traducida comúnmente como pecado, en realidad significa desperdicio, no darle al blanco, perder tontamente las oportunidades de plenitud que la vida nos presenta.
La palabra griega hamartía, traducida comúnmente como pecado, en realidad significa desperdicio, no darle al blanco, perder tontamente las oportunidades de plenitud que la vida nos presenta.
Al inicio de sus Ejercicios Espirituales san Ignacio pone la práctica de introspección a la que nombra “examen”. No se trata de una evaluación perfeccionista, sino de una búsqueda de vivir cada vez más conscientemente
La forma como la imagen divina se manifiesta de manera irrepetible en cada ser humano es la mejor definición de la santidad
San Ignacio enriquece el método subrayando la importancia de “habitar” el texto bíblico, esto es, de incorporarnos a las escenas como si fuéramos testigos directos, reconstruyéndolas con todo el realismo posible
Un método privilegiado para orar con la Palabra de Dios es la Lectio Divina (lección, enseñanza divina). Esta metodología tiene seis pasos en el acercamiento paulatino al texto bíblico. Conócelos y practícalos
El Principio y Fundamento es la introducción y al mismo tiempo el resumen del caminio de los Ejercicios: ordenar nuestro afecto moviéndolo de las cosas a las personas.
A diferencia de la Devotio Moderna, Ignacio entiende que el contacto con la Buena Noticia de Jesús despierta en el ser humano el anhelo de alcanzar la plenitud del amor compartido, sentido último del proyecto divino.
En mi anterior comunicación para nuestra sección “Ignaciana” mencioné la importancia que tuvo un gran movimiento de espiritualidad en la evolución de la conciencia cristiana de finales de la Edad Media y, en particular, en la experiencia de san Ignacio. Hablo de la llamada Devotio Moderna (DM).
El camino de Ignacio no uniforma. Busca sustentar la diversidad como parte del proyecto divino, facilitando la experiencia de complementariedad: que cada quien contribuya con lo mejor de su identidad en la construcción del bien común
Sólo un hombre totalmente libre está capacitado para entregar todo lo que tiene, incluso su propia vida, desde el deseo de que esa entrega redunde en un bien, en vida para los demás.